Un día duro. Me daré un baño de espuma.
Entro en la bañera. El mundo se detiene. Mmm, necesitaba esta paz.
Conforme mi tensión se disuelve en el agua caliente y fragante, se despiertan mis sentidos. Cómo me alegro de haber previsto estos momentos a la hora de elegir juguetes. Mejor sumergibles. Primero juego con el teléfono de la ducha sobre mi clítoris, pero dentro del agua de la bañera tiene menos efectividad que cuando me ducho. Cambio al juguetito. Sin meterlo todavía. Cosquillea, me eriza, me excita con su vibración. Es paulatino y delicioso. La excitación dentro del agua caliente va como en cámara lenta, pero con pasos firmes. Lo relajado que está mi cuerpo gracias al baño y lo excitado que va estando gracias al juguete es una combinación muy interesante. Al final mi excitación gana: lo introduzco poco a poco y lo muevo lentamente primero, más rápido después. El orgasmo tarda, pero el camino a él es tan delicioso que no me importa. Hoy no pienso tener más prisas. Gimo, me muevo, el agua salpica el suelo, la espuma cosquillea mis pezones que están fuera del agua… Me corro bajo el agua y la relajación es completa.
Suenan las llaves en la cerradura. Estás llegando a casa y me ves en el baño rodeada de espuma, con cara de relax absoluto.
-Hola, Nuria. ¿Te importa que me bañe contigo? He tenido un día durísimo.
-Claro, cielo. Entra aquí. Veamos qué se nos ocurre para que borrar toda esa tensión…